Una mañana de sábado es la ocasión perfecta para visitar el Museo de Bellas Artes de Murcia. Seguramente no encontremos aqui los famosos cuadros que cuelgan en las paredes de otros grandes museos, pero sin duda podremos contemplar un gran despliegue de arte, distribuido entre las salas de sus dos pabellones, el primero dedicado a la exposición permanente (Pabellón Cerdán) y el segundo a las exposiciones temporales (Pabellón Contraste).
Me dirijo a la exposición permanente y, tras recibir una negativa a mi interés por realizar fotografías, me aseguro que una simpática guía me "acompañe" disimuladamente para asegurarse de que no fotografío las obras expuestas (Si queréis un guía gratuito en los museos, ya sabéis lo que tenéis que hacer).
La exposición, distribuida en tres plantas, recorre la historia del arte desde el renacimiento hasta el arte contemporáneo, haciendo especial hincapié (algo lógico por otra parte, tratándose de Murcia), en el Barroco, donde el agobiante color rojo vino de las paredes contrasta con el suave blanco o el azul de otras salas.
De entre todas las obras expuestas debo un conjunto de esculturas de pequeño formato obra de un autor murciano muy apreciado por mí. En la logia del primer piso se puede contemplar una serie de esculturas de Antonio Campillo, cuya producción (principalmente en bronce) se centra especialmente en la figura femenina, con unas formas redondeadas que recuerdan a las venus prehistóricas.
También me gustaría destacar, por su encanto y su contenido histórico, la sala de pintura regionalista, donde se puede evocar el pasado de una huerta perdida entre cuadros
Por último, me gustaría remarcar la sala de grandes manifestaciones pictóricas del siglo XIX, donde podemos encontrar obras de pintores murcianos como Pedro Flores o Ramón Gaya. Tras la visita a esta sala, pude observar tres pequeñas esculturas profanas de tres grandes (y admirados pro un servidor) imagineros, como son González Moreno, Planes y Benlliure.
No me gustaría terminar esta entrada sin comentar un detalle que no pudo evitar despertar una sonora carcajada en mi. Saliendo de la última sala, y descendiendo por una magnífica escalera de madera (cuya caja había sido convertida en una sala más) me encuentro con diversos documentos muy interesantes sobre la Murcia antígua, como un plano de la huerta de Murcia y sus riegos del siglo XIX, pero sin duda el elemento al que me refiero es un plano (mejor dicho, dos) del primer puente de la ciudad, donde se observa claramente una escala gráfica a PALMOS.
Me dirijo a la exposición permanente y, tras recibir una negativa a mi interés por realizar fotografías, me aseguro que una simpática guía me "acompañe" disimuladamente para asegurarse de que no fotografío las obras expuestas (Si queréis un guía gratuito en los museos, ya sabéis lo que tenéis que hacer).
La exposición, distribuida en tres plantas, recorre la historia del arte desde el renacimiento hasta el arte contemporáneo, haciendo especial hincapié (algo lógico por otra parte, tratándose de Murcia), en el Barroco, donde el agobiante color rojo vino de las paredes contrasta con el suave blanco o el azul de otras salas.
De entre todas las obras expuestas debo un conjunto de esculturas de pequeño formato obra de un autor murciano muy apreciado por mí. En la logia del primer piso se puede contemplar una serie de esculturas de Antonio Campillo, cuya producción (principalmente en bronce) se centra especialmente en la figura femenina, con unas formas redondeadas que recuerdan a las venus prehistóricas.
También me gustaría destacar, por su encanto y su contenido histórico, la sala de pintura regionalista, donde se puede evocar el pasado de una huerta perdida entre cuadros
Por último, me gustaría remarcar la sala de grandes manifestaciones pictóricas del siglo XIX, donde podemos encontrar obras de pintores murcianos como Pedro Flores o Ramón Gaya. Tras la visita a esta sala, pude observar tres pequeñas esculturas profanas de tres grandes (y admirados pro un servidor) imagineros, como son González Moreno, Planes y Benlliure.
No me gustaría terminar esta entrada sin comentar un detalle que no pudo evitar despertar una sonora carcajada en mi. Saliendo de la última sala, y descendiendo por una magnífica escalera de madera (cuya caja había sido convertida en una sala más) me encuentro con diversos documentos muy interesantes sobre la Murcia antígua, como un plano de la huerta de Murcia y sus riegos del siglo XIX, pero sin duda el elemento al que me refiero es un plano (mejor dicho, dos) del primer puente de la ciudad, donde se observa claramente una escala gráfica a PALMOS.
Has realizado un estupendo recorrido por el museo. A mí me gusta mucho Ramón Gaya. Tendré en cuenta la visita para un próximo viaje a Murcia. No me extraña que te sorprendiera la unidad de medida.
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