jueves, 22 de diciembre de 2011

Musei Vaticani

Si uno va a visitar Roma corre el peligro de no ver Roma. Me explico, esta ciudad que fue (y sigue siendo) uno de los centros culturales más importantes de Europa está, a mi parecer, saturada de una belleza que muchas veces queda en un segundo plano (u oculta directamente) detrás de algunos hitos o tópicos cuyo valor no lo tienen en sí mismos sino que se lo han otorgado los años. Ahora me doy cuenta de que yo también me perdí Roma. Una de estas oportunidades medio perdidas fue la visita a los Museos Vaticanos, lugar donde la masa de gente con sandalias y calcetines blancos que dispara el flash sobre todo lo que se mueve (o no se mueve en este caso) consiguió arrastrarnos con su torrente de hablas germanas e impedir que fijáramos nuestra cabeza en lo que veíamos. Aún así, no todo fue tan malo, gracias al contagio de la masa (en concreto del sector nipón) hice unas trescientas fotos con las que ahora, en la calma de mi habitación, puedo disfrutar algo más de esa visita pensando sobre lo que vi y sin cámara de fotos que me lo impida...
























Todas las imágenes son propias.



Los Museos Vaticanos recogen una basta colección que va desde el arte egipcio hasta las vanguardias. La escultura fue el género artístico que más me llamó la atención, claro que mi falta de conocimientos al respecto no dejó que acabara de entender siquiera aquello que veía. Pero también me llamo la atención por la forma en la que se nos presenta la colección del museo, las obras están a los lados de los pasillos o junto a los muros y apiñadas de modo que da la sensación de que haya pasado un quitanieves apartando todo lo que estorba del camino llevándose, eso sí, los letreros indicativos, porque yo no vi ninguno...Todo esto creo que va muy acorde con el carácter de los italianos, porque yo por lo menos me esperaba cristales blindados por doquier para proteger todo aquello que hasta el momento sólo había visto en los libros y que pensé inaccesible para el común de los mortales. Como casi siempre, me equivoqué, y allí estaba yo que perfectamente me podría haber subido a caballito de Laocoonte...



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